domingo, 26 de junio de 2016

Así es hoy.



Al final, tarde o temprano, los enfermos hartamos a todos, incluso a quienes estuvieron más dispuestos que nadie a ayudarnos.

No hay manera de que puedan entender lo que sentimos, ni los pensamientos que nos vienen aunque no los queramos.

No hay matemática, ni filosofía, ni arte, en que se pueda explicar una depresión, ni ansiedad, ni dolor muscular, ni cicatriz cerebral; por eso no nos entienden, por eso terminamos, tarde o temprano siendo tratados como locos. 

¿Paciencia y compromiso? A un perro le tienen más paciencia y están más comprometidos con él, que con un enfermo que tiene malas etapas, los harta y no los divierte. 

Al final, al final abandonados terminamos, por incomprensión, por desesperación; en mi caso, por falta de confianza.

No, vivir con un enfermo no es fácil, pero ser el enfermo... 

Y cuando quien estuvo con nosotros se siente "liberado", de los cuidados, de los problemas, y por fin "puede" divertirse egoístamente, no hay manera de hacerlos volver, por más que los amemos.

El amor no les vale nada, y no pueden comprender la magnitud de cómo un enfermo les puede amar; más que nadie, más que a nadie, pero eso no importa, el egoísmo viene primero, y... Así es. 

Siempre el culpable es el enfermo. 

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