Cual cruel debe ser la locura que tras miles de gritos coherentes de una mente torcida nadie es capaz de escucharlos, hasta ese punto que lo único que resta es acompañar la creencia generalizada por quienes sueñan despiertos estar cuerdos.
Yo sé que le tocará, lo que no sé es cómo ni cuándo, pero mientras me tenga para hablarle como a ella le gusta, como a ella le calma, sé que se irá tranquila.
Yo sé que me tocará también, y tampoco sé cómo, menos sospecho cuándo, pero sé que cuando los dos hayamos partido estaremos felices, como nunca antes, de estar juntos otra vez.